lunes, 23 de marzo de 2020

MARIPUCHI ( Segunda parte)



Los años pasaron, su vida no fue nada fácil después de aquel fatídico matrimonio. Trabajaba donde podía, era joven y apenas tenía experiencia. Así que no la contrataban en la rama donde ella se había especializado. Había enviado cartas a todos los gabinetes de la isla y fuera de ella. Las cartas iban dirigidas a aquellos que se dedicaban a los niños con trastorno del espectro autista donde ella era especialista.
Una mañana mientras leía el periódico en su pequeño apartamento la interrumpió el sonido del timbre; el cartero venía con una notificación de un gabinete. Maripuchi se puso muy nerviosa, no sabía si abrir la carta, no soportaría otra negativa más diciendo: Señorita María su idea ha sido valorada positivamente pero lamentamos informarle que ya tenemos la plantilla al completo… Miró el sobre vio la procedencia, cual fue su sorpresa cuando descubrió que venía de otra isla así que corrió hasta la cocina en busca de un cuchillo para perforar el sobre sin dañar la parte del remitente. Las manos le temblaban, sus ojos azulados brillaban de emoción. Se sentó, se tranquilizó y leyó la tan ansiada carta que comenzaba: Señorita María estamos encantados con su propuesta espero que se incorpore a nuestra empresa la semana que viene, le dejo mi dirección y teléfono por si usted tiene algún problema…Después de leer aquello Maripuchi no cesó de llorar. Era por fin su primer trabajo.
Lanzarote la acogió muy bien, gente sencilla, todavía era un pueblo comparado con Las Palmas. Pocos edificios, una pequeña avenida y varias calles. La principal la Calle de José Antonio donde estaba ubicado el gabinete cerca del colegio Generalísimo Franco. Allí Maripuchi consiguió gracias a la secretaria de su trabajo un pequeño estudio con un balcón donde podía ver el mar. Estaba encantada con lo que la vida le estaba ofreciendo, se sentía una mujer realizada se encontraba en otra isla y trabajando en lo que ella había estudiado.
Por las tardes a la salida del trabajo solía ir a pasear por la avenida. En un principio iba sola hasta que Ana la secretaria le dijo que si la podía acompañar. A partir de ese momento tenían por costumbre salir juntas y tomarse un café en los diferentes locales que Ana conocía.
Un día Ana le propuso ir al cine, ponían un documental, era el levantamiento de la piedra vasca. Después le propuso ir a un local donde podían ir a picar algo y a escuchar música. Maripuchi se quedó fascinada, no podía creer que en aquella isla pudiera tener locales tan animados. A ella le gustó tanto que le propuso a Ana hacer todos los viernes un peregrinaje por varios de ellos. Ana se puso manos a la obra y le propuso comenzar por el Charco de San Ginés una zona de bares con música en vivo. Todos los viernes varias bandas amenizaban estos pubs donde muchos jóvenes de la zona solían comenzar la noche. Eran  lugares muy  variopintos. 
Ana estaba encantada con su nueva amiga, por fin alguien la seguía en su vida nocturna. Las horas pasaban y en el local se presentaban varios grupos uno de ellos era el más esperado por las jóvenes ya que los chicos no estaban nada mal. Abrieron su repertorio con la canción “En la casa de Inés” …Todavía recuerda aquel saxofonista joven, fuerte, con ojos almendrados tocando de manera sexy la letra:
…”Me levanté esta mañana
hacía frío y tenía calor
y sus braguitas colgando
sobre las aspas del ventilador” …
Todas como locas brincaban al compás de aquella melodía. El sudor caía por los cuerpos que danzaban saltando y gritando el estribillo mientras se imaginaban a Inés…

Y el saxo volvió a sonar
en aquellas noches de insomnios.
Retumba el sonido del viento
entre vidrios que me protegen.
Vago malestar de la inconciencia
acallando voces de tristes reflexiones
inclinando sus cuerpos en libros ya dormidos,
avejentados por el tiempo.
Mentes que jamás han sentido
llaman a la puerta de mi cuarto.
Extraños oradores aparecen
en esta ciudad que duerme.


©Mª José Godoy 2020






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