Se abrazó a él en un intento
desesperado por mantenerlo con vida. Lo besaba de manera incontrolada, le
murmuraba en su oído que no se marchara, que no la dejara sola. Cerró sus ojos
un instante y vio como corría calle arriba. María le gritaba mientras alzaba su
brazo enseñándole un papel que agitaba de derecha a izquierda. Así fue como
comenzó sus vidas de pareja con un contrato de trabajo en una fábrica de coches
Ford. Ella se dejó llevar por la emoción y esbozó una gran sonrisa que
iluminaba todo su rostro.
Le parecía mentira que llegara
ese momento. Aún recuerda aquel año del cincuenta y dos cuando eran dos críos
que veraneaban en la Costa Azul con sus familias. Su primer encuentro fue en
aquella calita donde solía ir con su padre a pescar. A ella no le gustaba mucho
así que se ponía a ver a los cangrejos y a contarlos. Parecía como si estuviera
pasando lista, les ponía nombres y los tenía clasificados por colores. Cuando
se aburría corría por la playa jugando con el vaivén de las olas o escribía su
nombre en la arena.
Sus recuerdos pasan por su cabeza
mientras le sostiene fuertemente en su regazo, sus dedos lo aprietan. Las
lágrimas caen por sus mejillas ahora pálidas por el dolor. Sus ojos se pierden
en un intento de atrapar el pasado. En su memoria está aquel día, en que la
familia decidió pasar el domingo en la playa. Su madre colocaba unas tumbonas
de rayas, unas sombrillas, una mesa, una nevera donde estaban los refrescos y
la comida. Ella correteaba saltando con las olas que rompían en la orilla
mientras su madre preparaba todo. A lo lejos vio a un muchacho en las rocas
donde se encontraban los cangrejos, en la mano llevaba un retel para pescarlos.
Corrió hacia allí para impedir que cayeran en sus manos, así fue como se conocieron.
Desde aquel instante todos los veranos lo pasaban juntos. Durante el invierno
se carteaban contándose lo que hacían, cómo le iban sus estudios, las riñas
familiares y no faltaba el amor. En esas cartas se decían cuánto se echaban de
menos y las ganas de volver a encontrarse.
Así durante muchos años hasta que ya, en la época de adolescente él
decidió ir a su ciudad para terminar los estudios. Fue entonces cuando
decidieron no separarse más. Los recuerdos se difuminan por el agotamiento, se
tumba a su lado y se acurruca como una niña pequeña buscado su calor. Lo ves,
le dice: allí estoy en aquella calita mirando los cangrejos y tú intentando
cogerlos para mí.
Esta me ha gustado mucho María José, me recuerda a canciones melódicas que he escrito sobre amores de juventud...
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