Algunas cosas ya no permanecen. Nuestros sueños volaron hacia mundos desconocidos hacia colinas deshabitadas. Solos, navegamos a un lugar de encuentros marcados por las estelas de las estrellas donde el cuerpo y el alma se fusionan con melodías al compás de unos acordes. Pies que danzan en la soledad del valle embriagados por los aromas del vino recuerdan las noches que nos vieron nacer. Noches de cuerpos desnudos bajo la tenue luz de unas velas. Noches de risas, de ansias expectantes, de promesas, de ternuras, de dulzuras que cubrían nuestros cuerpos…
Noches…
Caen las primeras hojas a mis pies que desnudos con cicatrices soportan el silencio de tu boca en esta noche donde las estrellas han dejado de brillar. Palabras y actos que se hacen con la razón marcan el final de un tiempo que podía haber sido infinito. La oscura ilusión de un sueño llora con las fotografías colgadas en las ramas que tintinean la marcha nupcial de una novia petrificada [por el tiempo, por todos los tiempos… Siempre…, sin cambios…, maldigo los cánones marcados por una sociedad de ciegos sin almas. Me desvanezco en la soledad de un cuerpo que ha dejado de existir, en la soledad del otoño. Ensoledad…
Los años pasaron, su vida no fue nada fácil después de aquel
fatídico matrimonio. Trabajaba donde podía, era joven y apenas tenía
experiencia. Así que no la contrataban en la rama donde ella se había
especializado. Había enviado cartas a todos los gabinetes de la isla y fuera de
ella. Las cartas iban dirigidas a aquellos que se dedicaban a los niños con
trastorno del espectro autista donde ella era especialista.
Una mañana mientras leíael periódico en su pequeño apartamento la interrumpió el
sonido del timbre; el cartero venía con una notificación de un gabinete.
Maripuchi se puso muy nerviosa, no sabía si abrir la carta, no soportaría otra
negativa más diciendo: Señorita María su idea ha sido valorada positivamente pero lamentamos informarle que ya tenemos la plantilla al completo… Miró el
sobre vio la procedencia, cual fue su sorpresa cuando descubrió que venía de otra isla así que corrió hasta
la cocina en busca de un cuchillo para perforar el sobre sin dañar la parte del
remitente. Las manos le temblaban, sus ojos azulados brillaban de emoción. Se
sentó, se tranquilizó y leyó la tan ansiada carta que comenzaba: Señorita María
estamos encantados con su propuesta espero que se incorpore a nuestra empresa
la semana que viene, le dejo mi dirección y teléfono por si usted tiene algún
problema…Después de leer aquello Maripuchi no cesó de llorar. Era por fin su
primer trabajo.
Lanzarote la acogió muy bien, gente sencilla, todavía era un
pueblo comparado con Las Palmas. Pocos edificios, una pequeña avenida y varias
calles. La principal la Calle de José Antonio donde estaba ubicado el gabinete cerca del colegio Generalísimo Franco. Allí Maripuchi consiguió gracias a la
secretaria de su trabajo un pequeño estudio con un balcón donde podía ver el
mar. Estaba encantada con lo que la vida le estaba ofreciendo, se sentía una
mujer realizada se encontraba en otra isla y trabajando en lo que ella había
estudiado.
Por las tardes a la salida del trabajo solía ir a pasear por
la avenida. En un principio iba sola hasta que Ana la secretaria le dijo que si
la podía acompañar. A partir de ese momento tenían por costumbre salir juntas
y tomarse un café en los diferentes locales que Ana conocía.
Un día Ana le propuso ir al cine, ponían un
documental, era el levantamiento de la piedra vasca. Después le propuso ir a un
local donde podían ir a picar algo y a escuchar música. Maripuchi se quedó
fascinada, no podía creer que en aquella isla pudiera tener locales tan
animados. A ella le gustó tanto que le propuso a Ana hacer todos los viernes un
peregrinaje por varios de ellos. Ana se puso manos a la obra y le propuso
comenzar por el Charco de San Ginés una zona de bares con música en vivo. Todos los viernes varias bandas amenizaban estos pubs donde muchos jóvenes de la zona solían comenzar la noche. Eran lugares muy variopintos.
Ana estaba encantada con su nueva
amiga, por fin alguien la seguía en su vida nocturna. Las horas pasaban y en el
local se presentaban varios grupos uno de ellos era el más esperado por las
jóvenes ya que los chicos no estaban nada mal. Abrieron su repertorio con la
canción “En la casa de Inés” …Todavía recuerda aquel saxofonista joven, fuerte,
con ojos almendrados tocando de manera sexy la letra:
…”Me levanté esta mañana
hacía frío y tenía calor
y sus braguitas colgando
sobre las aspas del ventilador” …
Todas como locas brincaban al compás de aquella melodía. El
sudor caía por los cuerpos que danzaban saltando y gritando el estribillo mientras
se imaginaban a Inés…
Maripuchi se reclinó en aquel sofá de cuero ya gastado por
los años. La conversación telefónica la había trasladado a un estado anterior
en un tiempo ya olvidado.Quizás cuando se casó o quizás cuando encontró su
ansiada y deseada pasión.
Orientó su vista hacia aquel reloj donde sus manecillas acariciaban el compás de sus pensamientos. Unos pensamientos que la alejaban de la realidad.
Recordaba sus días marcados por conversaciones casi universitarias
donde su esposo, hombre de inteligencia sublime la examinaba de manera
indirecta, algo que a ella no le gustaba nada, la incomodaba cuando decía algún
término ya olvidado por la falta de interés o quizás porque no le daba la gana
de memorizar. Pero allí estaba sentada junto a él escuchando grandes charlas
muchas veces aburridas.
Su mente en aquella época viajaba a otro lugar, lejos
de la realidad. Buscaba a alguien con quien compartir sus emociones, sus anhelos,
sus fantasías y su cuerpo.
La vida no fue muy placentera a su lado hasta que tocó fin en
una mañana donde Maripuchi decidió hacer sus maletas y abandonar su hogar…