He quedado
escondido entre cenizas
en la desolación
de un país lleno de agujeros.
Abrazo al tiempo
convertido en verdugo.
Muero, en el
atardecer dulce de un instante
libre de tantas
palabras de sangre.
Las calles palidecen
y los desalientos
barren los huesos
de los que ya se fueron.
Todo se disemina.
La nostalgia,
la gloria,
el muro que
dividía la ciudad.
Mientras, en la
sombra,
espero que alguien
escuche
los lamentos dormidos
de la brisa
que transporta,
las odas de los desaparecidos.
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